El periódico, como medio de comunicación e información, finalmente se constituyó en un canal de doble vía. De esta forma, la comunicación unidireccional o monólogo va camino a su desaparición, en la medida que el lector-usuario vaya haciendo uso de la invitación que realice su periódico.
Esta apertura no necesariamente está reservada a la plataforma digital, aunque se trate del canal primario más beneficiado por incidencia de la tecnología amigable disponible. También se extiende a la plataforma impresa, dado que felizmente la gran mayoría de los periódicos ya asumieron que el contenido del impreso no debe ser replicado, tal como sucedió tiempo atrás en la Web. Entonces, así como el periódico gratuito produjo la expansión del mercado lector del impreso, la Internet permite la incorporación de nuevos lectores, principalmente los jóvenes adultos que no leen ni compran –en su mayoría- la edición impresa. Ahora todos los que así lo deseen, podrán hacer comentarios sobre noticias y contenidos diversos.
Es justo reconocer que muchos editores están actualmente preocupados por este acontecimiento. No necesariamente porque se opongan o resistan al cambio-apertura. El tema tiene más que ver con el comportamiento-actitud que asume el lamentable nuevo segmento de los desubicados, es decir, aquellos que utilizan este servicio como vehículo para agraviar o literalmente insultar.
Hasta tanto el usuario-lector no tenga bien en claro las obligaciones básicas que demanda el saludable ejercicio responsable de participar y comentar, al periódico le cabe una tarea-rol extra: la de moderador. Al respecto, la misma no deja de ser significativa en su magnitud, porque no sólo debe contemplar el qué y el cómo se comenta: también se le suma la problemática de la escritura abreviada y simbólica que utilizan y hasta crean los jóvenes.
A la fecha los periódicos sienten que esta apertura les trae más disgustos que satisfacciones. Sobretodo porque muchos se han visto obligados a reducir la estructura de la Sala de Redacción, como consecuencia del impacto económico del contexto. Por cierto, ello se da en un mal momento para garantizar la exitosa difusión del nuevo servicio al lector.
¿Qué hacer frente a esta realidad? Algo bien sensato y que evite futuras consecuencias negativas a nivel de la imagen del periódico:
¡No avanzar con el servicio hasta tanto el periódico tenga la plena seguridad de poder garantizarlo, con solvencia!
Esta afirmación, tal vez, puede que le resulte obvia e incluso hasta muy elemental. Sin embargo, la destaco plenamente porque ya se han dado casos de periódicos que salieron al ruedo con este servicio y al poco tiempo se vieron en la necesidad de suspenderlo. Cuando algo así ocurre, desde afuera esta situación es percibida como fruto de una improvisación del periódico, pues se asume que si decidieron hacerlo es porque estaban bajo control los estándares que garantizaban su vigencia.
Tampoco es una solución feliz que hoy el periódico no se abra al mercado ni permita la interactividad junto al lector. Quien no lo haga, dentro del mediano plazo, seguramente que quedará cada vez más aislado de la realidad circundante. ¿Por qué? Porque la comunicación de doble vía –y su brazo derecho, la interactividad– son una consecuencia directa de la Sociedad Informacional a la cual todos hoy pertenecemos, interactuamos y participamos, cada vez más, activamente.
Esta apertura no necesariamente está reservada a la plataforma digital, aunque se trate del canal primario más beneficiado por incidencia de la tecnología amigable disponible. También se extiende a la plataforma impresa, dado que felizmente la gran mayoría de los periódicos ya asumieron que el contenido del impreso no debe ser replicado, tal como sucedió tiempo atrás en la Web. Entonces, así como el periódico gratuito produjo la expansión del mercado lector del impreso, la Internet permite la incorporación de nuevos lectores, principalmente los jóvenes adultos que no leen ni compran –en su mayoría- la edición impresa. Ahora todos los que así lo deseen, podrán hacer comentarios sobre noticias y contenidos diversos.
Es justo reconocer que muchos editores están actualmente preocupados por este acontecimiento. No necesariamente porque se opongan o resistan al cambio-apertura. El tema tiene más que ver con el comportamiento-actitud que asume el lamentable nuevo segmento de los desubicados, es decir, aquellos que utilizan este servicio como vehículo para agraviar o literalmente insultar.
Hasta tanto el usuario-lector no tenga bien en claro las obligaciones básicas que demanda el saludable ejercicio responsable de participar y comentar, al periódico le cabe una tarea-rol extra: la de moderador. Al respecto, la misma no deja de ser significativa en su magnitud, porque no sólo debe contemplar el qué y el cómo se comenta: también se le suma la problemática de la escritura abreviada y simbólica que utilizan y hasta crean los jóvenes.
A la fecha los periódicos sienten que esta apertura les trae más disgustos que satisfacciones. Sobretodo porque muchos se han visto obligados a reducir la estructura de la Sala de Redacción, como consecuencia del impacto económico del contexto. Por cierto, ello se da en un mal momento para garantizar la exitosa difusión del nuevo servicio al lector.
¿Qué hacer frente a esta realidad? Algo bien sensato y que evite futuras consecuencias negativas a nivel de la imagen del periódico:
¡No avanzar con el servicio hasta tanto el periódico tenga la plena seguridad de poder garantizarlo, con solvencia!
Esta afirmación, tal vez, puede que le resulte obvia e incluso hasta muy elemental. Sin embargo, la destaco plenamente porque ya se han dado casos de periódicos que salieron al ruedo con este servicio y al poco tiempo se vieron en la necesidad de suspenderlo. Cuando algo así ocurre, desde afuera esta situación es percibida como fruto de una improvisación del periódico, pues se asume que si decidieron hacerlo es porque estaban bajo control los estándares que garantizaban su vigencia.
Tampoco es una solución feliz que hoy el periódico no se abra al mercado ni permita la interactividad junto al lector. Quien no lo haga, dentro del mediano plazo, seguramente que quedará cada vez más aislado de la realidad circundante. ¿Por qué? Porque la comunicación de doble vía –y su brazo derecho, la interactividad– son una consecuencia directa de la Sociedad Informacional a la cual todos hoy pertenecemos, interactuamos y participamos, cada vez más, activamente.
José Podestá – Editor