Palpitando los Juegos

Ocurre cada cuatro años, como marca una tradición milenaria (probablemente desde el 776 antes de la era cristiana): Juegos Olímpicos. Además de palpitar las hazañas de distintos fenómenos del deporte, es la oportunidad para que se prueben los últimos avances en los medios de comunicación. Las amplias y confortables salas de prensa que, las distintas sedes, le ofrecían a los reporteros hace una o dos décadas, ya parecen un pasado demasiado lejano. Son tantos y tan abrumadores los adelantos tecnológicos al servicio de las coberturas, que es difíciles seguirles el ritmo. Hasta puedes seguir los juegos tranquilamente desde tu celular, por internet, con imágenes y videos en directo...
¿Pueden los medios marcar diferencias entre tanta tecnología y entre tanta avalancha informativa?

Allí no hay demasiados secretos. Entiendo que –más allá de la vibración y lo instantáneo de los medios electrónicos– la cobertura de los medios escritos pasa por dos carriles: el primero, su capacidad de armonizar con los "otros" (es decir, parte de lo que se está dando hoy en la integración entre las áreas digitales y convencionales de los principales diarios del mundo). Y lo segundo, en la sagacidad de sus mejores periodistas para encontrar la "historia diferente", o la cuota que permita "humanizar" las marcas y logros deportivos. Es decir, encontrar la anécdota y la pasión en la vida de los miles de protagonistas que uno se cruza en las arenas olímpicas durante más de dos semanas.

A la hora en que la hoja impresa llega a su lector, éste ya vivió en directo los "9 segundos y 69 centésimas" que el velocista jamaiquino Usain Bolt necesitó para cubrir su carrera de 100 metros. ¿Cuál es el diferencial que podrás aportarle, como periodista, varias horas más tarde? Acaso remontarnos a los orígenes de ese mismo atleta en una humilde calle jamaiquina, o porqué tiene apenas una decena de competencias sobre esa distancia, o cuál es su música favorita, o cómo cambió su vida –del casi anonimato a la celebridad– en pocos meses. Tomamos ese ejemplo, o lo mismo ocurriría con Michael Phelps: millones están cautivados por sus hazañas sobre el agua y se agotan los calificativos desde las portadas de los periódicos, desde los titulares de los noticiosos.
Sobre el papel, tal vez deberemos encontrarle –y se está haciendo– su dieta, su fama de "chico hiperactivo", cómo lo convencieron de dedicarse al deporte, cómo pasó de Baltimore a la apacible vida en Ann Arbor, cuál es aquella música que suena en su i-pod en los segundos previos a la tensión de la carrera.

Seguramente esos detalles cautivarán (y cautivan) más al público que los vericuetos técnicos, sólo al alcance de unos pocos especialistas. Aunque ésto también tenga su relevancia.

Cada Juego Olímpico, cada cuatro años, ofrecen múltiples historias para perdurar.

Luis Vinker es Director Periodístico del Diario gratuito
LA RAZON, Argentina.

domingo, 17 de agosto de 2008