Hace ya algún tiempo –mucho tiempo– varios periodistas de Clarín "emigraron" por mejores ofertas, recibidas en aquel momento. Recuerdo que alguien se acercó a un directivo para plantearle la situación y la respuesta fue:
"Veremos... Pero, en definitiva, ninguno de nosotros es imprescindible. Aquí el único imprescindible se llama Sábat".
No es una leyenda, sino que ocurrió así. Y tal vez sea un símbolo de lo que significa Hermenegildo Sábat, el querido "Menchi". Algo que se fue agigantando desde aquellos días – lejanos– hasta hoy.
El nombre de Sábat está ahora en el candelero, ya que fue la propia Presidenta quien lo citó, en tono muy crítico, desde el propio balcón de la Casa Rosada, junto a una multitud. Estaba disgustada por la pieza de Sábat, publicada horas antes en la edición de Clarín.
Lamentablemente, creo que la Presidenta se equivocó en esa alusión.
Sábat, además de un maestro en la ilustración, es un periodista. Es el artífice de un género que, con su sencillez, pero con toda su jerarquía, sintetiza las situaciones más candentes del país. Y sin recurrir a palabras ni, mucho menos, a eufemismos. Hasta tiene su toque de humor o ironía, sin caer jamás en la bejza, el ataque artero, la burla socarrona... y tantas banalidades que nos llegan, principalmente, desde la televisión.
Pero Sábat es, todavía, más que eso: es un artista gigante, uno de los más notables que la Argentina tiene en las últimas décadas (él viene de un país vecino y querido como Uruguay, pero es un argentino más).
Para todo aquel que tuvo o tiene la dicha de conocer a Sábat, esto representa un privilegio. El acceso a ese artista brillante, pero también modesto, sereno y accesible. Jamás deslumbrado por las luces ni por la fama, sino siempre dispuesto a la palabra y al consejo para todo el que se acerque, se trate de un directivo editorial como un simple pasante.
Además de permitirnos una sonrisa en los tiempos más duros y represivos, en los mínimos pliegues que permitían la dictadura y su censura, su obra es inmensa. Abarca desde su pasión por el jazz -que nos transmite en sus libros que nos enseñan quién fue Django Reinhardt o Charlie Parker-, en sus retratos, en sus artículos. O en esas charlas que nos transmiten su afición por Klimt y el "arte de la Secesión", y tantos movimientos que marcaron al arte superior en cualquier rincón del mundo. Y en sus enseñanzas, desde el atelier de San Telmo.
Un artista sí. Y también un periodista que ennoblece a la profesión. Y que así seguirá, porque así lo siente. Y porque, para él, su obra es su testimonio.
Luis Vinker es Director Periodístico del Diario gratuito LA RAZON, Argentina.